Clase magistral a los graduandos de la XXX Promoción de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador
Programa de Profesionalización Bejuma
“La crisis que padecemos, está en el mundo entero. No le pertenece a un país, ni a un segmento de la sociedad; le pertenece al hombre moderno. La pérdida de visión, objetivos, valores, la observamos en la familia, en la escuela, en las empresas, en las comunidades, los cuatro laboratorios de crecimiento que han pedido mucho de espíritu y dirección. Los padres, los maestros, los gerentes, líderes, se han quedado atrapados en una crisis de valores”. Con este párrafo inicia Manuel Barroso la sexta parte de su libro Ser Familia.
Cuan significativo es la escuela como segundo laboratorio, el primero es, por supuesto, la familia… anhelamos ser como una familia en cada ente u organización a la cual pertenecemos; en la escuela decimos somos una familia… la gran familia de la escuela tal; en la empresa expresan: aquí somos como una familia la gran familia de Tomates Fritos Compañía Anónima… pero resulta que debido a lo complicado que se ha vuelto la dinámica entre los pueblos, los padres, maestros, gerentes, líderes, han dejado de ser líderes… y toda familia necesita de un liderazgo visionario. Líderes capaces de intervenir sobre procesos medulares, que son los que determinan la calidad de estilo de vida que tenemos en la actualidad. Barroso asegura que “Cuando perdimos la visión, perdimos el camino…”
En la actualidad se habla de una crisis de autoridad en las familias… pero ¿qué supone dicha crisis? Señala Savater, que en primer lugar se da una antipatía y recelo, no tanto contra del concepto mismo de autoridad, sino contra la posibilidad de ocuparse personalmente de ella en el ámbito familiar del que se es responsable. En su esencia, la autoridad no consiste en mandar: etimológicamente la palabra proviene de un verbo latino que significa algo así como «ayudar a crecer», por tanto la autoridad familiar debería servir para ayudar a crecer a los miembros más jóvenes.
Por otra parte, cuando hay el paso del primer laboratorio al segundo se rompen los esquemas, los mapas se contraponen y comienzan a aparecer las polaridades y el educando allí, en medio de ese conflicto, confrontando mapas diferentes… Como lo expresa en el libro El valor de educar, de Fernando Savater citando a Juan Carlos Tedesco “los docentes perciben este fenómeno cotidianamente, y una de sus quejas más recurrentes es que los niños acceden a la escuela con un núcleo básico de socialización, insuficientes para encarar con éxito la tarea de aprendizaje. Para decirlo muy esquemáticamente, cuando la familia socializaba, la escuela podía ocuparse de enseñar. Ahora que la familia no cubre plenamente su papel socializador, la escuela no sólo no puede efectuar su tarea específica con la tarea del pasado, sino que comienza a ser objeto de nuevas demandas para las cuales no está preparada.
Ese eclipsamiento de la función socializadora de la educación familiar le otorga mayores retos a los docentes de hoy en día por las implicaciones liberadoras que abren las puertas para una socialización más flexible y abierta. Señala Savater “Si la responsabilidades por la formación ética, por los valores y los comportamientos básicos pasa a depender ahora mucho más que en el pasado de las instituciones y agentes secundarios también se abren mayores posibilidades de promover concepciones tolerantes y diversas. Desde luego, el objetivo explícito de la enseñanza en la modernidad es conseguir individuos auténticamente libres. Ser libres es liberarse. Como señala Hegel «ser libre no es nada, devenir libre lo es todo».
Es allí cuando se requiere educar para proporcionarle al educando una conciencia de ser uno, único y exclusivo. El maestro guía, da apoyo y acompasa en esos procesos… Barroso establece lo siguiente: cito “Por vocación y por oficio, el maestro, se consagra al difícil arte de completar el trabajo que los padres comenzaron. El maestro es una persona importante en los procesos esenciales de triangulación, arraigo, identificación, relación y socialización” fin de la cita. Favorecer un tipo de hombre frente a otros, un modelo de ciudadanía, de disposición laboral, de maduración psicológica y hasta de salud, entendida esta última de manera integral. Eso es conservadurismo.
Quien pretende educar se convierte en cierto modo en responsable del mundo ante el niño, niña o adolescente, Hannah Arendt ha señalado “si le repugna esta responsabilidad, más vale que se dedique a otra cosa. Esa responsabilidad es tan seria, grande y clave que debe dedicarse a transmitir lo que se quiere conservar y se quiere conservar porque valora positivamente ciertos conocimientos, ciertos comportamientos, ciertas habilidades y ciertos ideales. Nunca se es neutral: elige, verifica, presupone, convence, elogia y descarta. Eso hace un docente que se precie de tal.
Aquí me quisiera detener y pedirles reflexionar, pensar con profundidad, en la triangulación
Y les pido que en ese triángulo, en el vértice superior, coloquen la escuela… desde esa trinchera de virtudes, cuando llevan adelante el proceso educativo, cuando allí den rienda suelta a su misión deberán hacer hincapié en que lo importante no son los contenidos académicos, ni los títulos, ni las transferencias ideológicas o tecnológicas, ni la corrección de comportamientos desajustados, ni la obsesión en el control o en el poder. Complemento esta reflexión apoyándome una vez más en Manuel Barroso, Cito: “educar es dialogar en el crecimiento proporcionándole al educando las herramientas para su desarrollo, y oportunidad de ser una persona capaz y digna, responsable para vivir una vida como él la quiera vivir” fin de la cita. |
Educar es dialogar, dialogo es comunicación, comunicación es entendimiento. Cuando ustedes apreciadas amigas, apreciados amigos, decidieron tomar este rumbo de convertirse en educadores necesitaron de sus mejores talentos para manejar ese proceso dentro del aula… hoy la exigencia está más allá de la cerca perimetral de la escuela… el llamado a dialogar a los padres en primera instancia, a los gerentes, a los líderes comunitarios; y que ustedes, profesores de la republica, sean quienes propicien dicho dialogo…
En cada proceso académico que les ha tocado participar a ustedes en esta experiencia que recién terminan y que mañana les otorgará el título de Profesor, la UPEL ha sido fiel a las líneas estratégicas de formación de docentes de elevada calidad profesional sustentados en el compromiso ético, la excelencia académica, capaces de generar conocimientos útiles para transformar la realidad social.
Hoy se hace más necesario, vital diría yo, que ese compromiso que la Universidad Pedagógica Experimental Libertador adquiere con Venezuela para transformar la realidad social cuente con la entusiasta participación de ustedes. ¿Cómo hacerlo? Ya ustedes dieron un importante paso, subieron un peldaño que los eleva. Cuando ustedes acertadamente decidieron participar en este programa de profesionalización, lo hicieron con el ánimo de crecer, ustedes asumieron un compromiso de crecimiento personal y hoy pueden decir con satisfacción y orgullo: “lo logramos”. Hace falta vocación. No es solamente la intuición de creer yo sirvo para esto, para dar clases, hoy el reto es servir a la comunidad con la conciencia de tener los talentos para hacerlo con excelencia. Compromiso y vocación van hermanados, Compromiso sin vocación carece de espíritu, de alma, de corazón, no hay esencia. El docente debe comprometerse con su comunidad, con sus estudiantes. Son modelos, son conductores, transformadores y se ejerce y se practica todos los días del año y todas las horas del día, sin descanso, sin coartadas. Hay que poseer disciplina, condición sine qua non para el éxito, la constancia en el accionar efectivo y eficiente, como un orfebre: con paciencia, sin prisa pero sin pausa. Poseer sentido ético. Al respecto Barroso asegura que la única conciencia del educador, es su propia conciencia como persona, la esencia del crecimiento está en la ética. Estar plenos de sensibilidad social, es convencerse que el otro existe en el contexto social. La educación se orienta hacia el desarrollo y fortalecimiento de la relación persona-comunidad-universo, como un contexto adecuado para el desarrollo integral de la persona. Nunca dejen de colocar la escuela en el vértice superior del triangulo que recién les pedí estructurar mentalmente. E internalicen la Conciencia Ecológica con la disposición de definir relaciones con el universo, a exigir respeto por las leyes de éste. Enriquezcan día a día cada una de las virtudes que les acabo de enumerar.
La UPEL asumió un compromiso creando las condiciones para que ustedes sean profesionales en el amplio sentido de la palabra, les ha dado las herramientas y les asigno profesores comprometidos con la visión y misión de esta casa de estudios que nos dio la confianza y el respaldo para crecer y contribuir con su crecimiento. Ahora corresponde a ustedes ahora cumplir con las expectativas de los padres, de los alumnos, de la comunidad y los suyos propios. Sin olvidarse de sí mismos, sean consecuentes con ustedes mismos, con su autoestima y con su crecimiento.
Acercándonos hacia el final de estas reflexiones deseo compartir una postura personal que Savater plantea diáfanamente dirigido a quienes, como yo, están convencidos de la deseabilidad social de formar individuos autónomos capaces de participar en comunidades que sepan transformarse sin renegar de sí mismas, que se abran y se ensanchen sin perecer, que se ocupen más del desvalimiento común de los humanos que de la diversidad intrigante de formas de vivirlo o de los oropeles cosificados que lo enmascaran. Gente convencida, en fin, que el principal bien que hemos de producir y aumentar es la humanidad compartida, semejante en lo fundamental a despecho de las tribus y privilegios con que también muy humanamente nos identificamos.
De acuerdo con este planteamiento, me parece que el ideal básico que la educación actual debe conservar y promocionar es la universalidad democrática. Universalidad para incluir, Universalidad que es sinónimo de igualdad. Educación garantizada para todos. Educación Democrática pues conlleva; fomentar la capacidad de crítica y selección; valorar positivamente la existencia del pluralismo social, así como el conflicto, que no sólo es necesario sino fructífero; estimular la participación en la gestión pública; desarrollar la conciencia de la responsabilidad de cada cual y también del necesario control sobre los representantes políticos; reforzar el diálogo frente al monologo; el perfil de los discrepantes como rivales ideológicos, pero no como enemigos civiles, y aceptar «que todo el mundo tiene derecho a equivocarse pero nadie posee el de exterminar el error».
Sería suicida que la escuela renunciase a formar ciudadanos demócratas, inconformistas pero conforme a lo que el marco democrático establece, inquietos por su destino personal pero no desconocedores de las exigencias armonizadoras de lo público. En la deseable complejidad ideológica y étnica de la sociedad moderna, tras la no menos deseable supresión del servicio militar obligatorio, queda la escuela como único ámbito general que puede fomentar el aprecio racional por aquellos valores que permiten convivir juntos a los que son gozosamente diversos. Y esa oportunidad de inculcar el respeto a nuestro mínimo común denominador no debe en modo alguno ser desperdiciada. No puede ni debe haber neutralidad por ejemplo en lo que atañe al rechazo a la tortura, el racismo, el terrorismo, la violencia, la prevaricación de los jueces o la impunidad de la corrupción en cargos públicos; ni tampoco en la defensa de las protecciones sociales de la salud o la educación, de la vejez o de la infancia, ni en el ideal de una sociedad que corrige cuanto puede el abismo entre opulencia y miseria. Porque no se trata de simples opciones partidistas sino de logros de la civilización humanizadora a los ya no se puede renunciar sin incurrir en concesión a la barbarie.
Aristóteles sentenció que “Las virtudes morales se desarrollan con el hábito… no las poseemos por naturaleza, ni a despecho de la naturaleza, y las desarrollamos por medio del hábito… adquirimos estas virtudes ejercitándolas, al igual que ocurre con otras artes. Aprendemos a hacer las cosas al hacerlas. Los hombres aprenden el arte de construir, construyendo, y a tocar el arpa tocando el arpa. Asimismo, al realzar actos de justicia aprendemos a ser justos, al practicar la autodisciplina aprendemos a ser autodisciplinados, y al realizar actos de valentía aprendemos a ser valientes”.
Mil gracias por su amable atención.
Pásenla bien. Sean felices.
Que el éxito les acompañe siempre.
Dios los bendiga.
Buenas tardes…
César Leonardo Coronel Hernández
Bejuma, 19 de julio de 2012